Cruzamos el último retén, evadiendo forasteros y tomando el primer camión que encontramos. Haber bajado tan rápido fue una gran casualidad.
Encontramos un camión a Cuernavaca, había lugar para cuatro, decidimos tomarlo, todo era mejor que seguir caminando con el rumor de que más abajo encontraríamos los camiones que nos llevarían a CU. Una vez en el camión, le preguntamos a unos lugareños sobre el destino final al que nos conduciría el chofer. Plaza Galerías, dónde está, no lo sé, pero la expresión de los morelenses no nos daba muchas esperanzas.
Rumores me despiertan, acomodo mi sombrero. Nuevos pasajeros, noticias, el chofer prometió bajarlos en el estacionamiento. Esa era nuestra oportunidad, saldríamos de esta. La gente afuera seguía caminando cuesta abajo. Era como estar en: lo que seguramente será El Fin de los Tiempos, La Noche de los Muertos Vivientes, Indiana Jones en cualquiera de sus cuatro entregas, La Guerra de los Mundos, La Autopista del Sur, Soy Leyenda, Cloverfield, el capítulo de los Simpson donde cae el meteoro.
La emoción de correr entre camiones, yo con mi sombrero y mi mochila de cruce de hombro, con mi chica tomados de la mano, saltando de un lado a otro a la Indy, no venía incluido en el paquete de transporte. El sueño de todo hombre: luchar contra turbas enardecidas, salir de espacios cuyos límites se reducen dramáticamente, tomar camiones de forma improvisada y pateando las caras y traseros de todos los miembros del staff de Dos Abejas.
Logramos llegar a la Ciudad de México poco antes de las 2 am. Sanos y salvos, con un sabor de boca que no puedo definir. Ver a Sigur Rós, valió la pena hasta cierto punto, como vale la pena ir a ver perder a los Pumas una semifinal contra esos de los que no hablo. La historia de lo mal que se puso el baterista a estas horas es harto conocida, lo mismo que fue la tortura y el casi Apocalipsis que sufrimos todos los que asistimos. Al igual que las mentadas de madres y demandas que recibirán los organizadores (a las cuales me uniré de una u otra forma). Tocaron como seis canciones, hubo lluvia de papeles (que al final se veían como estrellas), lograron ponernos a brincar y se ve que le echaron ganas y que estaban sumamente preocupados por el estado de su compañero y del mal tino, a final de cuentas no es su culpa, pero como Pearl Jam en Bélgica, deberán estar enterados de esto y hacer algo al respecto. Antes que todo está la seguridad y la información. Amnistía Internacional defiende los Derechos Humanos, la tercera generación de estos habla del derecho a la información y la cuarta habla del derecho a la igualdad sociocultural... No es necesario estar en China o sufrir de abusos por parte de autoridades o situaciones extremas para hablar de DDHH. Es más cotidiano que todo ello, es tan sencillo como decir: "los camiones los esperan abajo, son seis kilómetros".
Para finalizar, nada como ver a un niño con machete en mano, portando una playera de staff con la leyenda "Yo te Cuido".
Tampoco nos dijeron que el festival se llamaba Colmena por la forma en salimos todos del recinto sagrado, cual abejas u hormigas, pisoteadas por camiones, malas decisiones y buenas intenciones.