Sobre Burocracia

viernes, 30 de octubre de 2009

Es lamentable caer en la desesperación porque no hemos entregado a tiempo un papel o porque un señor todavía no ha firmado un oficio. Es imperdonable que esas miserias produzcan angustias y, a veces, desgracias. Es metafísicamente escandaloso que causas insignificantes tengan tanta importancia en nuestras vidas. La burocracia -- salvo en paraísos sin duda artificiales-- es esa desproporción, esa alquimia que transforma a un vejete pálido o una cincuentona gelatinosa en personajes decisivos e inevitables. Un universo de reyezuelos, sellos, prosa nauseabunda, cuchicheos equívocos, falsos problemas, reglamentos, pasillos, salas de espera, sillones grasientos, incertidumbre y despotismo.

Crónica Americana (Fragmento)
Alejandro Rossi

Mi discreto regreso al campo de juego

jueves, 29 de octubre de 2009

Mi discreto regreso al béisbol, o mejor dicho mi discreto camino por el béisbol. Mi relación con el rey de los deportes es más o menos ajena, no soy un experto en ningún sentido. Es decir, entiendo las reglas básicas (como de casi cualquier deporte, excepto rugby y ese deporte raro que es una combinación entre rugby, hockey sobre pasto, jai alai, amerciano y soccer). De pequeñito jugaba con mi padre el Bases Loaded 3 para el NES y posteriormente uno muy extraño con droids y chicas droids curvosas que tenían propulsores en los zapatos y brincaban varias decenas de metros para hacer outs, según recuerdo era muy divertido (seguro era horrendo).


Super Baseball 2020, en qué estaban pensando cuando le pusieron 2020, era 1993, esperaban que en 30 años el mundo fuera sustancialmente diferente

Tiempo después tuve mi primer manopla, una bonita Rawling. Eran los tiempos en que uno dejaba la primaria para entrar a la secundaria, jugábamos en parques cercanos a mi casa y ahora que lo pienso, eramos mucha banda beisbolera. No recuerdo haber visto otros niños jugar béisbol por los rumbos, bueno ni fútbol años después (cabe mencionar que un parque lo llenaron de árboles para que no jugáramos y otro apenas se recupera de los intensos partidos dominicales).

Me gustaría saber dónde dejé esa manopla.

Abandoné el deporte que nunca practiqué en forma, esporádicamente salía a pelotear con amigos o íbamos al campo de CU, pero nada serio. Un buen día, en la facultad, se dio la oportunidad de formar un equipo de béisbol. Mi facultad se caracteriza entre muchas cosas por tener un exceso de mujeres y por tanto una falta de hombres que quisieran practicar algún deporte y, mucho menos que quisieran jugar béisbol. Con algunos, ejem, sí, estudiantes de la facultad, logramos formar un equipo. Elegimos uniformes, y puedo presumir que fueron los más bonitos de todas las facultades. Un conjunto gris, con morado (el color de la facultad para los deportes) y vivos en negro. Una nueva manopla fue necesaria, y la elegida fue una Mizuno, compré concha, suspensorio, esas banditas para los antebrazos que no sirven para nada pero dan porte, y guantes para batear. Era todo un beisbolista. Así pasó un poco más de un año, entrenamientos durante la semana, partidos, partidos en Xochimilco, con topos y hoyos. Había topos en los jardines, hacían hoyos y salían saludar. Se acercaba el final de la carrera y los miembros del equipo poco a poco decidieron que eran más importantes sus clases y el equipo se desintegró. Los restantes nos juntamos con restos de otros equipos del STUNAM y después se formó el infame equipo de Los Corsarios (un uniforme dorado amarillo horrendo, que agraciaba una gorra negra con el logo de la Corona). Ese equipo duró poco, y así pasaron mis glorias beisboleras.

Hace poco, Aarón (aka El Mariachi, Wasabi, El Cubo, Raron, Memo, Caballo, etc), nos invitó a jugar de nueva cuenta en la liga maya, algo parecido al béisbol, pero con pelota de softball, y medidas de softball y reglas de softball, pero que yo le digo béisbol. Recuperé mi equipo y me preparé, la semana de mi regreso por alguna razón que no recuerdo no fui a jugar, la mala fortuna me acompañó; me abrieron el coche se robaron mi maleta, que contenía: mi concha y suspensorio, mi camisola número 9, un pantalón, un cinturón, probablemente mis guantes de bateo, y unos tennis adidas muy viejos. Espero que al ratero le aproveche mi concha y se la meta por donde le quepa.

Hace un par de semanas al fin pude ir al campo a jugar, muy divertido. La segunda vuelta fue ayer y espero que dure bastante. Necesito comprar el equipo que el mhdp me robó y que ojalá una enfermedad mortal muy rara y nada transmisible apañe su sistema reproductor.

Ir a jugar béisbol tiene algo diferente, no sé si sea poder platicar tranquilamente en el dogout, preparar el bateo, correr a primera, o en su defecto, regresar a tu lugar con la mirada al suelo, o estar en el jardín central esperando un regalo del cielo y salvar el día.

Pronto, una historia de ficción sobre los umpires, uno de los personajes más interesantes de todo el deporte.

Pura filosofía zen, me cae

martes, 13 de octubre de 2009

Me fui de vacaciones, para mí los viajes tienen algo de catastrófico y liberador. Tengo la fantasía de que al dejar la ciudad de origen, las personas y las cosas que se dejan se comportan de maneras extrañas. Mi percepción no es gratuita, ya que después de varios viajes propios o de conocidos las cosas cambian. He ganado y perdido amores, equipos de fútbol desaparecen, terminan de construir edificios y remodelan otros. No creo que la realidad exista porque la miro, sólo creo que suceden cosas extrañas cuando me ausento. Una parte de mí ansía que al volver, el país no exista más, que mi casa se hubiera incendiado. Lo más triste que ha pasado fue la muerte de un canario.

No se puede hablar de viajes sin mencionar los lugares comunes, esos que dicen que uno aprende, que es bueno tomar perspectiva, que uno crece y madura. Creo que esta vez todo eso aplicó, esta vez, al volver, casi nada cambió (abrieron una farmacia, la cual juraba tardarían meses en inaugurar y pintaron el El Globo más cercano). El cambio, en esta ocasión fue interno, y aprendí un par de cosas muy valiosas: todo, absolutamente todo es posible, y debo ser menos pesado para que todo pase. Pura filosofía zen, me cae.

Cuento contigo