Sobre el glamour

lunes, 24 de agosto de 2009

Soy una persona muy impresionable con ciertas cosas, sobre todo con las que me causan conflicto. Es así que los logros de otras personas me parecen de lo más interesante. Deseo hacer cosas semejantes en mi vida, y es cuando el terrible conflicto surge y me siento como una roca.

Es el glamour que encuentro mirando otras vidas, un sueño ajeno que me arrastra a un precipicio al que no acabo de caer y que no termino de sortear.

El pequeño Pío

lunes, 3 de agosto de 2009

El post más largo que haya escrito jamás

I

Los cambios de estaciones me parecen los únicos ciclos reales en este mundo. No importa la fecha del año, el universo (o al menos el sistema solar) sabe muy bien cuando es primavera, deja de ser verano, pasa al otoño y termina el invierno. Al menos, hasta que el planeta cobre lo que le corresponde, nos desaparezca y en unos cuantos miles de años todo vuelta a la normalidad. No hay duda que el estado de ánimo de las personas y por tanto el ambiental (ese que se siente cuando entras a un lugar y con solo estar tres segundos puedes saber que de no ser por ligeras reglas de cortesía dos personas estarían matándose sin dudarlo) cambia con la luz, las nubes, el olor y la temperatura. Particularmente me gusta mucho el verano, me gustan los días con muchos colores. En verano se pueden ver grises, azules, reflejos del cielo sobre el pavimento mojado, tonalidades naranjas, se puede oler la lluvia y casi no hay tierra. Claro, algo malo habría de tener y los encharcamientos y las empapadas siempre serán la contra parte. Disfruto las jacarandas anunciando la primavera. Por donde vivo, tenemos la fortuna de estar rodeados por unos cuantos parquecitos, casi todos ellos tienen jacarandas de a amontones. Lo que suele ser una alfombra verde todo el año, de febrero a mayo se inunda de morado. El otoño por las lunas de octubre y la melancolía que me embarga. Octubre es un mes difícil para mí. Aunque disfruto mucho el frío, no me gusta el frío de diciembre-enero, el sol quema mucho y resulta que soy alérgico al frío-calor que da en esos días. Mi hipótesis señala lo siguiente: mi cuerpo suele ser muy cálido, por lo tanto casi no siento frío, pero al encontrarse en situaciones confusas como las del frío-calor el regulador de temperatura se colapsa y me da una comezón terrible en la espalda, me salen ronchas en la cara y el único remedio que he encontrado para aminorar los síntomas es refrescarme la cara y la espalda con agua fría.

II

Así me pasan los años que comparto con este planeta. Antes de que todo fuera algo, qué estación habrá sido la primera, cómo se estabilizó esto... En fin, el 8 de julio de cada año me llena de gran exaltación ya que es un día antes de mi cumpleaños. Tengo la fortuna de que una persona muy querida cumpla años el 8. En la temprana juventud solíamos festejarlos juntos, moría por ella. Tal vez algunos de mis cumples no los pasé tan bien por querer estar con ella, pero era joven y estaba muuuy enamorado (neh, sólo era muy joven). Fuimos creciendo juntos, tan juntos como nuestra amistad nos lo fue permitiendo. Entramos a la universidad y nuestras vidas se separaron, aún recuerdo con dolor el primer festejo que no lo pasamos juntos. Ese día, mis amigos y yo, preparamos una suerte de mixtape beisbolero, porque al día siguiente (el nueve) teníamos partido de Baseball en el mágico campo de CU representando a la Facultad de Psicología (de mis amigos, sólo yo estudiaba ahí), que a la postre fue uno de los mejores cumpleaños que he tenido. Muchos amigos y chicas (sobretodo chicas ja) fueron a verme y la verdad me lucí como pocas veces lo he hecho en un campo de juego. Después fuimos al Foro Sol, pero había llovido y algo había pasado con los partidos de ese día que no pudimos entrar. En otros años he ido a festejos el ocho de julio y en verdad es raro que sea la fiesta de alguien más y que a las 12:00 a.m. del día siguiente ya sea mi cumpleaños y que me feliciten y no me festejen. Luego llegar a casa a las 2 a.m. y tratar de dormir sabiendo que ya es mi cumpleaños.

III

Este año, nos pasó algo que siempre había querido hacer. Cada vez que escucho historias sobre animales recogidos en la calle, el corazón me da un vuelco y pienso en que al final de cuentas, en algún punto, la gente sí se preocupa por los animales, que en algún punto somos sensibles y empáticos con el dolor ajeno por pequeñito, incomunicable e indescifrable que sea. Mi lugar de trabajo es un trago agridulce. Es una casa hermosa, se rumora que Tin Tan vivió aquí aunque también se dice que sirvió como oficinas de no sé que cosa del PVEM. Es una casona blanca, con un gran jardin en el que conviven ardillas, una higuera, un limón, pinos, una banquita, arbustos y pájaros de muchos tipos. Mi lugar forma parte de una serie de caballerizas de dos o tres bloques. En el cuarto en el que estoy, en el primer piso, convivimos amablemente al rededor de 15 personas distribuidas en dos pares de caballerizas de tal forma que quedan espaldas con espaldas. Mi grupo de trabajo, felizmente asilado del resto del equipo, se encuentra hasta el fondo, dando la espalda a un gran ventanal. Desde el ventanal podemos ver el adoquín del estacionamiento, un pino y juntos criticamos las habilidades de manejo de nuestros compañeros. Mi jefa se sienta a mi derecha. El ocho de julio de este año, como cualquier otra mañana de trabajo mi jefa y yo platicábamos de cualquier cosa cuando ella mira por la ventana algo atorado en las ramas del árbol. Me pregunta que si eso era un pájaro. Al asomarnos por la ventana vimos, que en efecto era un pequeño polluelo. Presumimos que se cayó del nido y quedó atorado de cabeza entre las ramas. Mi jefa lo notó porque vio como otro pájaro, presumiblemente su madre, se acercaba a darle comida y bebida. Tras serias deliberaciones, decidimos que debíamos ir por él.

Justo a lado del cuarto en el que trabajo hay un techito, el cual soporta los ventiladores del aire acondicionado y le da abrigo a los policías y el cuarto del servidor y demás. Para salir hay que hacer contorsiones dignas de un ladrón, no soy una persona excesivamente alta, pero salir por una ventana muy estrecha implica movimientos que no sabía que podía hacer. Salí y traté de alcanzar al pequeñín con la mano. Descubrí dos cosas, resulta que le tengo un poco de miedo a las alturas y me cuesta trabajo agarrar animales. Según yo, era peligroso tomar al ave con las manos. La caca de pájaro al secarse se solidifica y es muy difícil de desprender sin mojarla antes, por lo que no me atreví a despegarlo. Regresé a mi lugar.

La voz se corrió, a tal punto que muchos compañeros colaboraron al rescate y cuidado del ave. Como yo soy un miedoso, uno de los oficiales fue quien bajó al pequeño Pio, yo había mandado a un chico de intendencia por un serrucho (porque era mejor cortar la rama, según yo), Sandra se encargó de limpiar al ave. Érica nos dio un vaso para ponerle agua. Entre Sandra y yo limpiamos lo más posible la patita de Pío, vimos que estaba rota, totalmente inservible. Entre todos decidimos que lo mejor era llevarlo a una veterinaria. Adri y yo corrimos a la veterinaria que está a un lado del SBFRSSJPII (Starbucks Francia Su Santidad Juan Pablo (el caído y recuperado) Segundo; ahí por la estación Francia del Metrobús). La chica que nos atendió nos dijo que no eran especialistas en "fauna silvestre". Sí, hay fauna doméstica y fauna silvestre. En la veterinaria había un perro enorme y divertido, como un abuelo alto alto y viejo viejo. La chica de la veterinaria llamó al experto en fauna silvestre y por lo que escuchamos él recomendó una amputación. Dejamos al Pequeño Pío en las manos expertas y regresamos a las labores. Media hora después lo recogimos y el pobrecito estaba todo atolondrado y con un puntito en su muñoncito. Nos lo entregaron dentro de una caja con hoyos para que pudiera respirar, un bote para el agua y otro con alpiste.

Coloqué al Pequeño Pío en el lugar de mi compañera, que pidió esos días de vacaciones. Todo iba tranquilo hasta que de afuera los que creo son parientes de Pío, comenzaron a hacer un escándalo terrible y el pequeñín respondió a los llamados familiares.

IV

Mientras decidíamos que hacer con Pío, si dejarlo encerrado con la seguridad de que tendría techo y comida con el riesgo de ser olvidado y no poder reintegrarse a su mundo o sacarlo sabiendo que podría morir en cualquier descuido pero bajo el cuidado de sus escandalosos semejantes. Decidimos sacarlo al techito cerca del árbol donde lo encontramos. La que creo que es su madre, no se alejaba de él, cambiamos la caja de lugar tres veces, pensando que se podría caer, que podría darle el sol, que se podría mojar y que finalmente en la noche un gato podría comérselo. Decidí que era mejor atorar la caja entre las gruesas ramas que salían del tronco del árbol donde lo encontramos. Estoicamente Adri sujetada de mi brazo colocó la caja en su lugar.



Encontramos varias complicaciones, Pío decidió varias veces que no era feliz en la caja, por lo que saltó de una gran altura (ca. seis metros), y fue encontrado por los polis y regresado a su hogar temporal. La indicación de la joven veterinaria era inyectarlo cada 12 horas siete días. Logramos hacerlo dos veces en dos días. La última vez que colocamos a Pío en la caja, el ambiente no era muy conveniente en sus alrededores y percibí cierta agresividad por parte de otros pájaros. Salir y entrar por la ventana era un martirio. El lunes siguiente Pío ya no estaba en su caja y nunca más lo volvimos a ver. Adri dice que lo vio comportarse como ave con otros congéneres, de eso tendrá dos semanas. No hemos vuelto a saber de él. Supongo que la naturaleza sabe lo que hace. Si murió o no pudo volar, Pío nos regaló unos momentos de felicidad y comprensión al mundo y a nosotros mismo, y nosotros le regalamos unos días más de vida, un encierro espantoso y galletas.

V

El siguiente listado de hechos está completamente sesgado por mi formación teórica en psicología, además de un antropomorfismo desmedido. No soy experto en etología, desconozco muchas de las conductas de la fauna silvestre, en particular pequeños gorriones y tal vez mucho de lo que pasó fue absoluta interpretación personal. El asunto me conmovió hasta los huesos y es por eso que lo escribo.

Cuando salvamos a Pío de las ramas, puedo jurar que vi muchos pájaros observándonos, desde lo árboles circundantes.

Cuando lo quitábamos y lo colocábamos de nuevo dentro de la caja, puedo jurar que los pájaros se comunicaban entre ellos.

Siempre hubo un pájaro cerca de Pío, sin importar donde lo colocáramos.



Puedo decir que la organización de mis compañeros de trabajo y la de los pájaros me conmovió en el alma. Y aprendí que aunque seas un pájaro, el que no habla Dios no lo escucha.

Según tengo entendido, cuando un pájaro cae del nido, éste ya no es aceptado por sus padres y hasta puede ser asesinado. Además, según entiendo, el olor humano es desagradable para las aves. Extrañamente, Pío fue reclamado, protegido y reintegrado a su comunidad.

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