Actitudes detestables

sábado, 17 de marzo de 2007

Tenía ya pensado el final de este escrito, final como todos los que he hecho, al final me culpo, me culpo de lo que escribo haciéndome corresponsable de mi amarga queja. Eso de decir que uno hace lo mismo o que permite que ocurra se me gastó, se convirtió en una fórmula. Un convencionalismo de mi parte para disminuir mi propia culpa, la culpa de sentirme mal denunciando a lo que me hacen mal, de pensar que se sentirían mal al siquiera imaginar que puedo pensar semejantes injurias hacia ellos. Cuando en realidad debería no importarme como a ellos no les importa. Lo único que importa es pensar que uno hace lo correcto con su propia vida y como uno hace lo correcto entonces los demás deberán hacer lo mismo, pues a cada uno de nosotros nos funciona y cuando vemos que alguien, por nimio o grande que sea el detalle, se sale de nuestro concepto de vida propia vamos y somos capaces de decirle, "agárrate los huevitos y haz tal cosa", cuando en realidad esa persona está igual o peor que uno. El enojo no es que traten de ayudar o de opinar, el enojo es que uno los ve desde fuera y los ve igual de jodidos y entonces un consejo así pierde todo su valor. Se torna en algo ofensivo, porque es falso, porque quien lo dice no lo puede llevar acabo. Una opinión así demuestra superioridad (falsa por supuesto), de quien opina a quien recibe el consejo muchas veces no solicitado.

Me encuentro en un momento en el que no puedo permitir que nadie, nadie en absoluto, venga y me diga que es lo que tengo que hacer o como lo tengo que hacer. Simplemente porque es mi vida, porque estoy muy ocupado haciendo de ella algo que siempre he querido y que por mis propias deficiencias empecé tarde.

Encuentro detestable, que vengan con chismes de lo que haces y que todavía te digan que no lo pueden creer cuando en verdad lo hiciste y que la persona afectada no diga nada, encuentro detestable sentirse con la facultad de entrometerse en los asuntos ajenos, encuentro detestable la creencia de que se puede ayudar a alguien partiendo de suposiciones propias y no tratando siquiera de imaginar la situación completa, sino simplemente mirando un pedazo de la realidad vivida (cuando eso me ocurre es cuando me siento totalmente solo, rodeado de una nada de cabezas pensantes con palabras llenas de verdad y ojos escrutadores), encuentro detestable cualquier comparación entre formas de vida, encuentro detestable la guerra sucia entre amigos, los piques machistas de ver quien es mejor o peor en cualquier cosa, encuentro detestable salir a presumir y quesque compartir lo que uno hace, piensa o siente.

No, no habrá más culpas para mi, es mi vida y si es necesario alejarse, me alejaré, si es necesario callar, callaré, si es necesario pelear, pelearé, peleare cara a cara y en mi terreno. Basta de salir a lugares ajenos que ni siquiera me interesan. Las personas cambian, los intereses y la visiones del mundo se acentúan. Es mi vida solitaria o es mi vida solitaria, pero eso sí, aconsejada.

Antes de terminar de escribir, recuerdo lo que siento y trato de pensar y descifrar el enojo, mi molestia. Si bien, el escrito trata de hacerlo, aún hay algo que me confunde. Y empiezan las ideas de culpa, las ideas sobre lo equivocado que podría estar, lo irresponsable que sería publicar algo así. Siempre cuidando mi rectitud. Me hubiera gustado ser como esos artistas solitarios, que tienen el valor de mandar al diablo a todos (o al menos eso aparentan), tener discusiones de alto nivel afectivo o intelectual, mandarlos todos al diablo y encontrar en el arte y en la observación de la naturaleza toda la riqueza que el espíritu necesita.

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