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De afiliaciones

martes, 1 de julio de 2008

¿Qué tiene que ocurrir para que alguien admire algo que a todas luces es detestable y éticamente cuestionable?

El gusto por sí mismo es algo que me ha intrigado ya bastante, el gusto en su sentido artístico, por decirle de alguna forma. Que te guste Kula Shaker, pero que no te gusten los Beatles o que te guste Nightwish pero no te guste Black Sabath o que te guste de todo o no te guste nada. Algo he leído y algo he entendido al respecto; mucho tiene que ver con el nivel de escolaridad, el entorno social, las sensibilidad, habilidades cognitivas, el género, la disposición y un gran etcétera que mezcla las variables de formas insospechadas. Eso está bien con expresiones artísticas.

De lo que no tengo idea alguna es sobre la afiliación de las personas ha ciertas ideologías, tendencias políticas, movimientos religiosos, pandillas urbas (por decirles de alguna forma, aunque reconozco que el término no es de lo mejor), manifestaciones de repudio o apoyo a algún hecho o peor aún, persona, identificación con personajes históricos, famosos, deportistas, artistas.

Alguna idea tengo, pero no me convence, tal vez porque rara vez siento el impulso de unirme a algún grupo y cuando lo siento me dura muy poco. Tal vez sea porque son grupos ajenos y requiera crear los propios.

¿Porqué admirar a Hitler o Stalin o Lennin ? No lo entiendo, seguramente porque están muertos, porque si hubieran vivido en los tiempos de esas personas, seguramente hubieran muerto o hubieran sufrido las consecuencias de no ser como ellos. Entiendo lo interesante que puede resultar, en cuanto a la influencia de las masas y el poder; el poder es muy atractivo. Pero no entiendo, no entiendo como alguien puedo ponerse algo con una swaztika y sentirse orgulloso de ello.

Los que buscan la igualdad y la justicia rara vez llegan al poder.

En respuesta

miércoles, 12 de marzo de 2008

Ahora que ando en mi etapa contra los medios, continúo.

Antes de emitir un juicio se debe tener mucho cuidado en evitar generalizaciones, estereotipos y dar opiniones fuera de contexto y sin conocimiento de lo que se habla. Eso no lo digo porque crea que haya que ser políticamente correcto o se tenga que cuidar lo que se escriba, sólo lo creo porque es bonito saber que lo que se escribe lo va a leer mucha gente y que eso que se escribe está basado en hechos y en realidades que pueden tener un impacto en la sociedad. Al escribir sin tener cuidado, uno puede quedar como un completo imbécil y no hay nada peor en el mundo de las letras (sea cual sea la derivación y el interés del escrito) que parecer un completo imbécil.

Ayer, por la noche, mientras trabajaba en mi tesis (sí, sí, en la UNAM se hacen tesis, esos pequeños libritos en los que uno plantea un problema de investigación y se da a la tarea de investigar y comprobar hipótesis que a la larga han sido el único y verdadero paso hacia el avance de cualquier especie que viva o haya vivido en este planeta y que después van a dar a la Biblioteca Central; sí, ese edificiote que es como un cubo que tiene piedritas pegadas por todas partes y que cualquiera en el mundo puede visitar y realizar consultas sin necesidad de comprobar su identidad), me llegó un correo de mi directora de tesis. Ella, pues, es doctora en Filosofía, y nos mandó un correo con una queja sobre un editorialista que escribe en el Milenio, anoche no le dí demasiada importancia. Hoy por la mañana, mientras venía al trabajo (Dios, trabajo y hago tesis y estudié en la UNAM, no es soprendente eso) escuchaba la radio y mencionaron dicha columna. Mi inconformidad fue tomando forma, pero pensaba, que si me ponía a escribir sin saber de lo que hablaba sería igual que ese señor Carlos Mota.

Aquí pongo el link de tan desafortunada opinión.

Como no puedo generalizar, hablaré desde mi experiencia, desde mis puntos de vista para debatirle a este señor, espero no caer en el extremo de particualizar tanto que lo que diga sólo sea mi experiencia.

Estudié la preparatoria en el Tecnológico de Monterrey y salí corriendo por patas, porque no creo en su manera de ver el mundo, no me considero una persona exitosa. No, no me interesa trabajar en Unilever, Nokia, Sony o Cemex. No, gracias, yo no. No, no quiero ser un líder, ni trabajar en negocios. No me interesa trabajar en Bimbo o Sabritas y dudo mucho que me contraten, porqué, porque no comparto sus ideologías. En lugar de Sabritas, tal vez debía decir Pepsi Co. (ah, pero esa no es mexicana, pero a quién diablos le importa).

No, el problema no está en la disciplina ni en la institución, no. Hay exitosos egresados de mi universidad que son premios nobel, que son citados por otros grandes investigadores en todo el mundo, que van a Congresos sobre temas en verdad importan, que escriben libros que en las escuelas de emprendedores utilizan.

En el Tec, la matería que me hizo salir de ahí, reubicarme, saber que era lo que buscaba, fue precisamente la materia de Filosofía. Los momentos más importantes de mi vida tienen que ver con el arte y con preguntas sobre mi existencia y sobre la de los demás. Los negocios están bien, necesitamos dinero, pero hay tantas formas como mundos posibles de hacerlo. Así que, trabajar en empresas multinacionales no es lo mío. Respeto esa forma de trabajo, pero no respeto la intención de hacerla la única o la más valiosa.

Como duda, ¿porqué compara dentistas con filósofos? ¿Qué tiene que ver el lugar de estudio, la carrera con las decisiones políticas de cada quien? Si hay un problema con las FARC y México, es un problema de relaciones exteriores.

Unas clases de lógica no le vendrían nada mal.


Y por cierto, yo quiero estudiar filosofía en la UNAM.

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