Lebensgeist

lunes, 19 de septiembre de 2005

Hoy ha pasado lento. El tiempo se va volando dicen, pero recordar que hace dos meses aun estaba con ella parece muchísimo, pero pensar que la conozco desde hace cuatro años parece un apagar la luz. Recordar lo que hice hoy parece una eternidad, el día me pesa. Tal vez se deba a que no hice nada importante. Falté a clase, di una vuelta absurda por la ciudad y volví a casa para no hacer más. He querido leer pero no lo he logrado, tal vez lo haga en un rato. Intenté tocar la guitarra; me llamaron por teléfono y perdí el momento. Ahora, he de confesar, ando un poco malhumorado. Confundido y aprétando esa tuerca que tanto me duele y que yo solito con mi ingenuidad trato de sacar. Me encuentro girándola hacia el sentido equivocado.

El día se termina, un día muerto. Después de un fin de semana largo en el cual hice de todo menos descansar. Ahora que todo se tranquiliza me encuentro solo conmigo y encuentro una vez más este malestar. El malestar que me acompaña desde que tengo memoria. La Nausea le dice Sartre. Mi vida, la que no escogí como mía y a cada segundo trato de sujetar con mis pies y manos ataviesa mi cuerpo como algún Geist escurridizo. Algunas veces es cálida, me gusta que entre por mi pecho y me sugiera que sí es mi vida, que puede cambiar, sólo tengo que moverme hacía alguna parte. Pero otras cómo ahora es un aire gélido, azul muerte. Pesado como una pluma del infierno, arrogante y desgarrador. Entra al pecho como una sombra disfrazada de esperanza y es por eso que la caída es más fuerte. Dentro se expande como alas de murcielago y entristece al espíritu. La resaca son las pocas ganas de cambiar, las pocas ganas de buscar algo nuevo, te prende del dolor conocido y busca aumentarlo aparentando un final feliz. El algún punto, en algún momento de la vida uno puede decidir y decir no más, pero este fantasma no lo permite, cega la mente con malos pensamientos con pesimismos absurdos disfrazados de amor y causas perdidas.

La metáfora permite salir de este estado deseperanzado al menos por un momento. La gente necesita hablar, ahí donde las palabras surgen como borbotones de agua cobriza no importa si es verdad o es mentira, la gente necesita hablar para curar con una suave brisa lo que las explicaciones más sumisas solo reprimen velando la posibilidad de un ser diferente.

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