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miércoles, 12 de marzo de 2008

Ahora que ando en mi etapa contra los medios, continúo.

Antes de emitir un juicio se debe tener mucho cuidado en evitar generalizaciones, estereotipos y dar opiniones fuera de contexto y sin conocimiento de lo que se habla. Eso no lo digo porque crea que haya que ser políticamente correcto o se tenga que cuidar lo que se escriba, sólo lo creo porque es bonito saber que lo que se escribe lo va a leer mucha gente y que eso que se escribe está basado en hechos y en realidades que pueden tener un impacto en la sociedad. Al escribir sin tener cuidado, uno puede quedar como un completo imbécil y no hay nada peor en el mundo de las letras (sea cual sea la derivación y el interés del escrito) que parecer un completo imbécil.

Ayer, por la noche, mientras trabajaba en mi tesis (sí, sí, en la UNAM se hacen tesis, esos pequeños libritos en los que uno plantea un problema de investigación y se da a la tarea de investigar y comprobar hipótesis que a la larga han sido el único y verdadero paso hacia el avance de cualquier especie que viva o haya vivido en este planeta y que después van a dar a la Biblioteca Central; sí, ese edificiote que es como un cubo que tiene piedritas pegadas por todas partes y que cualquiera en el mundo puede visitar y realizar consultas sin necesidad de comprobar su identidad), me llegó un correo de mi directora de tesis. Ella, pues, es doctora en Filosofía, y nos mandó un correo con una queja sobre un editorialista que escribe en el Milenio, anoche no le dí demasiada importancia. Hoy por la mañana, mientras venía al trabajo (Dios, trabajo y hago tesis y estudié en la UNAM, no es soprendente eso) escuchaba la radio y mencionaron dicha columna. Mi inconformidad fue tomando forma, pero pensaba, que si me ponía a escribir sin saber de lo que hablaba sería igual que ese señor Carlos Mota.

Aquí pongo el link de tan desafortunada opinión.

Como no puedo generalizar, hablaré desde mi experiencia, desde mis puntos de vista para debatirle a este señor, espero no caer en el extremo de particualizar tanto que lo que diga sólo sea mi experiencia.

Estudié la preparatoria en el Tecnológico de Monterrey y salí corriendo por patas, porque no creo en su manera de ver el mundo, no me considero una persona exitosa. No, no me interesa trabajar en Unilever, Nokia, Sony o Cemex. No, gracias, yo no. No, no quiero ser un líder, ni trabajar en negocios. No me interesa trabajar en Bimbo o Sabritas y dudo mucho que me contraten, porqué, porque no comparto sus ideologías. En lugar de Sabritas, tal vez debía decir Pepsi Co. (ah, pero esa no es mexicana, pero a quién diablos le importa).

No, el problema no está en la disciplina ni en la institución, no. Hay exitosos egresados de mi universidad que son premios nobel, que son citados por otros grandes investigadores en todo el mundo, que van a Congresos sobre temas en verdad importan, que escriben libros que en las escuelas de emprendedores utilizan.

En el Tec, la matería que me hizo salir de ahí, reubicarme, saber que era lo que buscaba, fue precisamente la materia de Filosofía. Los momentos más importantes de mi vida tienen que ver con el arte y con preguntas sobre mi existencia y sobre la de los demás. Los negocios están bien, necesitamos dinero, pero hay tantas formas como mundos posibles de hacerlo. Así que, trabajar en empresas multinacionales no es lo mío. Respeto esa forma de trabajo, pero no respeto la intención de hacerla la única o la más valiosa.

Como duda, ¿porqué compara dentistas con filósofos? ¿Qué tiene que ver el lugar de estudio, la carrera con las decisiones políticas de cada quien? Si hay un problema con las FARC y México, es un problema de relaciones exteriores.

Unas clases de lógica no le vendrían nada mal.


Y por cierto, yo quiero estudiar filosofía en la UNAM.

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