De pronto me di cuenta, que lo hago muy seguido, quiero cambiar el mundo. No suelo confezarme esto muy a menudo. No me doy la oportunidad, como no me doy la oportunidad de otras tantisimas variantes en mi vida. Sin embargo, veo lo que me gusta, las canciones, las pinturas, las películas, los libros y poemas, los cielos rojos quebrados por la angustia del día morir, la luna creciente que anuncia el comienzo más que la muerte. Los dìas nublados, con nubes blancas y bajas pues así "los días son más variados", pero en realidad me gusta el gris y el blanco, la lucha de colores en el cielo. No suelo decírmelo y no suelo decirlo tan abiertamente, pero es el momento. Cuando escribía de más chico, invariablemente resultaba contraproducente, las cosas cambiaban, pero no a mi favor. Me di cuenta del gran poder que en ello radica, el poder de construir la verdad en un breve texto escrito con toda la intensidad que mis emociones podían darle. Así, siempre pude hacer llorar a alguien, acercarme a un vínculo especial. Pero la chica nunca se quedaba conmigo. Algo siempre salía mal. Lo que salía mal era yo mismo, yo mismo en la vida. Ahí frente a ellas, en los momentos precisos para besarlas, en los momentos para invitarlas a salir, en el momento de hacer promesas (que en esas instancias, todos sabemos que son falsas, pero que hay que decirlas para amarrar un momentito de amor), en los coqueteos, en las entradas.... Pobres, un monito que no sabe que hacer, les escribe y les dice que el cielo y el mar y el espacio no son nada sin ellas, pero no soy capaz de invitarles un café. Con razón... Aún así creo que voy a conquistar a Natalie Portman.
Comenzé a escribir porque tenía mucha frustración dentro, de pronto la frustación se fue conviertendo en placer, en vida misma. A veces lo dejo porque creo que no lo hago bien, otras tantas porque no me da tiempo y otras porque quisiera escribir algo mucho mejor de lo que en realidad termino haciendo. Hay algo en el lenguaje (no en las palabras huecas), que nos dice como somos, en los símbolos y en los tonos... Hay algo que nosotros decimos a cada paso, en cada coma, en cada silencio, en una mirada. Hay algo que decimos, pero más que entenderlo lo intuimos. No somos más que una ligera intuición de lo que en realidad somos, una ligera intuición que es más cierta que cualquier prueba real que nos pueda decir lo que debemos ser.